¿Por qué son importantes la alineación y el balanceo?
La alineación y el balanceo de las ruedas son dos procedimientos muy importantes dentro del mantenimiento periódico de un vehículo. Y aunque por lo general ambas tareas se llevan a cabo de manera conjunta, son procedimientos distintos.
La alineación consiste en realizar ajustes a la suspensión para que los ángulos de inclinación de las ruedas estén dentro de los parámetros que establece el fabricante del vehículo, y con ello el desgaste de los neumáticos sea uniforme.
Luego de que el vehículo se coloque en la plataforma y el operador introduzca la marca, modelo y año de fabricación, un equipo electrónico realiza una lectura de los grados de inclinación de las ruedas mediante unos sensores que se colocan en cada una. Posteriormente, indica cuáles son los ajustes que se deben realizar para devolverles la posición correcta.
Una vez que se han calibrado las ruedas se procede a alinear el volante, pues este debe estar colocado en el centro cuando las llantas apuntan hacia adelante y debe dar la misma cantidad de vueltas hacia el extremo derecho y hacia el extremo izquierdo.
Los expertos recomiendan alinear las ruedas cada 10.000 kilómetros, dos veces al año o en caso de que se presente alguna de las siguientes situaciones:
- Un golpe fuerte en una rueda
- Un desgaste desigual en la banda de rodadura
- Si el volante no regresa con facilidad después de curvar
- Si el volante está recto en una vía plana pero el vehículo se va hacia un lado
- Después de cambiar algún componente de la suspensión o de la dirección
- Al cambiar las llantas por otras nuevas

El balanceo, por su parte, consiste en equilibrar el peso de las ruedas, que por efecto de golpes o desgastes prematuros cambian su comportamiento normal. Un vehículo necesita balanceo si se sienten vibraciones en el volante a partir de 50 o 60 km/h, si una rueda recibió un golpe o si hay desgastes más acentuados en los bordes de las llantas.
En una máquina especial que pone a girar cada llanta, otro equipo electrónico determina el lugar exacto donde se requiere hacer una compensación. Según esa indicación, el operador coloca un contrapeso en el aro que permite que la rueda vuelva a girar de manera uniforme y equilibrada.
Si ambas tareas se realizan cada 10.000 kilómetros, conviene que se complementen con una rotación de neumáticos, con el fin de que el desgaste sea uniforme entre los delanteros y los traseros.